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jueves, 12 de enero de 2017

Crónicas Misionales

Misioneros que Llegan y que Parten

Hermana Kay Anderson

Misión Paraguay Asunción Norte 19 de Junio 2002


Cada seis semanas, como si se tratase de un reloj, manejamos hasta el aeropuerto con ansioso entusiasmo, anticipando el saludar a los nuevos misioneros que llegan a Paraguay. Vienen "Frescos" desde el MTC o CCM, llenos de entusiasmo y energía, y sin embargo con cierta aprehensión por los días que están ante ellos. Sus estaturas son plenas al aparecer de entre la multitud llevando el manto invisible, sagrado de un mensajero de Jesucristo. Este manto es mucho más amplio que aquellos que lo llevan, y a veces se siente incomodo y fácilmente desbalanceado durante durante esta etapa naciente de la vida misional.

Ahí están... fácilmente reconocibles por sus placas negras y blancas que llevan sus nombres, colgando de los bolsillos de sus trajes nuevos y entallados. Corbatas atractivas y sin manchas descansan a través de sus pechos sobre camisas de vibrante blanco con cada botón bien asegurado. Sus pies están calzados con zapatos oscuros y brillantes, de gruesas suelas y pocos pliegues en el cuero. Sus manos arrastran enormes y pesados equipajes sobrecargados con artículos temporales y lujos esenciales. ¡HAN LLEGADO!

El entusiasmo es evidente en los ojos de quienes llegan desde el CCM Sudamericano en Buenos Aires después de sus tres horas de vuelo y tres semanas de capacitación en ese CCM. De igual modo, hay entusiasmo en los ojos de los misioneros llegados de Norteamérica. Sin embargo, su buen animo está escondido al saludarnos con caídas ojeras, aliviados por su llegada luego de un vuelo de veinticuatro horas y dos meses de capacitación en el MTC. Todos los ojos, por otro lado, hablan un idioma de ansiedad, inseguridad y preocupación, así como de un sosegado resplandor por este emprendimiento como testigos de Cristo.

La temporada de crecimiento del misionero consiste de unos pocos cortos meses, siendo el Salvador mismo el Sembrador. Él amorosamente nutre y alimenta, poda y corta. Él es el suelo en el cual las semillas del evangelio son plantadas y las raíces fortalecidas. Él es la luz del mundo, que es la fuente y razón para el proceso de cambio. Él da deliberadamente de las aguas de vida que es el nutriente para la mortalidad y la salvación para la eternidad. Mientras el misionero mismo está creciendo silenciosamente, llama a otros  hacia cristo, "Venid a mí, y participaréis del fruto del árbol de la vida; sí comeréis y beberéis libremente del plan y de las aguas de la vida" (Alma 5:34). Sin aviso o sin darse cuenta, sus propias semillas espirituales, firmemente enraizadas, conllevan crecimiento personal a medida que el proceso continua.

El tiempo hace madurar y las experiencias cultivan. Las pruebas allanan a medida que el crecimiento germina. La capacidad brota mientras que la madurez crece de la noche a la mañana. Florece la confianza. Retoña la caridad. Profundiza sus raíces las espiritualidad y el testimonio madura. ¡Se cosechan discípulos y los frutos son sin duda dulces!.

Un cambio ocurre; como Alma lo dice con toda la energía de su ser, un "GRAN CAMBIO" (Alma 5:14). La participación del Salvador en nuestras vidas produce este gran cambio de corazón. Es obvia y fácilmente reconocido en las vidas de los investigadores a medida que comienzan a involucrar al Salvador, se arrepienten de sus errores, y aplican los principios del evangelio como enseñan los misioneros. ¡Eso es sin duda algo maravilloso ya que las vidas son eternamente cambiadas! Igualmente maravillosas son las cosas que ocurren en los dóciles corazones de aquellos que son llamados por Dios en misiones de tiempo completo para testificar de Jesucristo y de la Restauración del evangelio. Lo interior de sus almas es limpiado y fortalecido a través de incontables horas de devoto servicio y la imagen de Dios sin dudas es recibida en sus rostros a medida que este gran cambio se experimenta en sus corazones. (Alma 5:14). Somos testigos del cumplimiento de la escritura, "He aquí, él cambió sus corazones..." (Alma 5:7).

En mi mente, yo escucho silenciosamente al Padre Celestial diciéndole suavemente a estos misioneros las mismas palabras amorosas que le dijo hace casi dos mil años al dedicado misionero Nefi, hijo de Helaman. "Bienaventurado eres tú, (Elderes y Hermanas), por las cosas que has hecho; por que he visto que has declarado infatigablemente a este pueblo las palabras que te he dado. Y no has tenido miedo, ni te has afanado por tu propia vida, antes bien, has procurado mi voluntad y el cumplimiento de mis mandamientos. Y por que has hecho esto tan infatigablemente, he aquí, te bendeciré para siempre..." (Helaman 10:4-5).

Erguidos ante nosotros están las estaturas de adultos plenamente crecidos llevando aún el mismo manto invisible, sagrado, de un mensajero de Jesucristo. El manto no ha cambiado sin embargo aquellos que lo llevan si. Aquellos que han servido valientemente con todo su corazón han crecido hasta ser magníficos gigantes que llevan su manto con dignidad, confianza y honor.

Aquí están... fácilmente reconocidos por sus placas negras y blancas con sus nombres colgando de los bolsillos de los trajes arrugados y deformados. Corbatas descoloridas y manchadas descansan a través de sus pechos sobre camisas percudidas y blanco-amorronadas con cuellos deshilachados. Sus pies están calzados en zapatos reparados, emparchados con costuras y cola, mientras que sus finas suelas apenas cubren sus medias gastadas y descoloridas. Sus manos, emblemas de servicio santificado, ahora están llevando su polvoriento equipaje que contiene regalos del corazón para seres amados que esperan ansiosamente su retorno. Su equipaje es mas liviano ahora, porque los artículos temporales no tienen el mismo valor en importancia y fueron generosamente distribuidos a misioneros que se quedan. Lo mas precioso de todo, sus manos están llevando sus Libros de Mormón descompaginados y bien marcados con paginas manchadas por su propio sudor, sus propias lagrimas, y a veces su propia sangre, todo lo cual son evidencias del cometido personal que sienten sus corazones.

Vi una nueva fuerza en sus ojos al sentarme y escuchar las palabras de sus corazones en nuestra reunión de testimonio final. "Yo se que esta iglesia es Verdadera. Sé que nuestro Padre Celestial escucha y responde todas las oraciones. Sé que Jesucristo es mi salvador y Redentor. Yo sé que José Smith vio a Dios el Padre y a su hijo Jesucristo, y fue llamado a restaurar el evangelio en esta última dispensación. Sé que José Smith recibió las planchas de oro del Ángel Moroni y las tradujo en el Libro de Mormón.Yo sé que el Libro de Mormón es verdadero. Yo sé que nuestra iglesia es guiada hoy por un profeta viviente, Gordon B. Hinckley. Yo sé que el evangelio de Jesucristo es nuestra salvación eterna.

Me senté silenciosamente en la silla tapizada de nuestra casa de la misión y escuché estos preciosos testimonios. Miré sus sagradas lagrimas rodando por sus rostros y estrellándose contra las tablillas de madera del duro piso. Mis pensamientos estaban en trance al revelar ellos su testimonio atesorado de que Jesús es el cristo. Sentí la convicción de sus almas al mirar las lagrimas manchar el piso de madera una a la vez.

Muchas cosas maravillosas están ocurriendo en el campo misional de Paraguay, así como a través de todo el mundo. Las vidas son eternamente cambiadas a medida que los misioneros comparten el don del evangelio de Jesucristo. Pero el invaluable don es eso vital que ocurre en los corazones impávidos de estos valientes jóvenes que llamamos misioneros cuando ellos regresan.

"OH JUVENTUD DE LA NOBLE HERENCIA,  ADELANTE, ADELANTE, ADELANTE".


Hermana Kay Anderson
19 de Junio año 2002

Crónicas Misionales

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